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lunes, 24 de febrero de 2014

Violencia y subjetividad La indiferencia como síntoma social hace que lo humano no importe para otro ser humano.

Individuos que deben gestionarse a sí mismos en un contexto de profunda vulnerabilidad
por Dr. Horacio Vommaro 

La violencia se puede entender desde lo biológico, lo psicológico, lo social y lo cultural, todos estos aspectos se desarrollan en la intersubjetividad. Es importante remarcar la intersubjetividad como denominador común de los cuatro aspectos señalados porque tiene consecuencias en el abordaje de las diferentes modalidades de violencia. Por eso desarrollaré, conjuntamente con subjetividad, someramente el monismo mente- cuerpo, lo genético y epigenético, la neuroplasticidad y las células en espejo.
Ignacio Lewkowicz (1999) utiliza el término “subjetividad socialmente instituida”. Afirma que “la subjetividad no es el contenido variable de una estructura humana invariante sino que interviene en la constitución de la estructura misma”.....
Enrique Guinsberg (2004) aludiendo a subjetividad como procesos de constitución de la experiencia refiere que: “consiste básicamente en la interrogación de los sentidos, las significaciones y los valores, éticos y morales, que produce una determinada cultura, su forma de apropiación por los individuos y la orientación que efectúan sobre sus acciones prácticas”.
Entendemos al ser humano, como un ser básicamente social desde el nacimiento y pensamos que la predisposición biológica por sí sola no explica las conductas violentas que observamos en nuestra sociedad.
Lo social no es sin sujeto, el sujeto no es sin lo social. El síntoma tiene un componente biológico, psicológico, social y cultural. Su aspecto simbólico se construye con otros y en el campo vincular.
Aquellas teorías que ponen un exagerado énfasis en el aspecto instintivo de las conductas violentas generan un innecesario pesimismo y el convencimiento de que es inútil buscar maneras de reducirla. Estas conceptualizaciones generan un círculo vicioso negativo. La naturalización de lo cruel es la vía habitual y más eficaz para producir la certeza de que es imposible cambiar nada.
Las tramas vinculares en que el sujeto está inmerso nunca son un elemento aislado, expresan la articulación de los sucesivos ámbitos institucionales y sociales. El sujeto no es sin lo social y lo social no es sin sujeto. Es un concepto integrador que  implica, en  una relación tensional, encuentro de subjetividades. La intersubjetividad es superadora de  la oposición entre lo constitucional y la cultura.  Lo constitucional (la genética) necesita de la cultura (la experiencia).  Los genes, el aparato psíquico y la experiencia colaboran estrechamente para modelar quienes somos.
Nuestras creencias, nuestros sistemas de valores, la cultura y el ambiente influyen sobre nuestra manera de actuar y comprender el mundo y sobre la organización social que tenemos. Las causas  de la violencia  se asocian a las condiciones de la sociedad misma que en estos tiempos fomenta el aislamiento, la superficialidad, el consumo y la inequidad.
La división mente / cuerpo impregnó el pensamiento occidental e influyó sobre las concepciones de enfermedad y salud. René Descartes es el iniciador de la ruptura metafísica mente / cuerpo, conceptualizando dos sustancias la res cogitans y la res extensa. Baruch Spinoza sostenía que hay un solo tipo de sustancia, no es la mente, no es el cuerpo, es la mente y el cuerpo.
El cuerpo cambia como cambiamos nosotros. Es unidad, no es ni cabeza ni pies. Es la totalidad de la persona. El cuerpo es el campo primordial donde confluyen y se condicionan todas las experiencias. El cuerpo no está ni en el espacio ni en el tiempo, sino que él es espacio y tiempo.
En la llamada década del cerebro muchos investigadores pensaron que había que buscar una anormalidad genética que diera cuenta de la causa de un trastorno psiquiátrico específico. La respuesta a este intento fue muy clara, los genes no codifican ni la enfermedad mental ni la conducta.
Lo psíquico, lo representacional, las inscripciones de las experiencias subjetivas modifican los circuitos neurofisiológicos. Un  concepto que define claramente esta articulación es el de Neuroplasticidad, que aporta el criterio de que las experiencias emocionales impactan y modifican los circuitos neurocelulares.
Las  modalidades de subjetivación que afectan la lógica colectiva conllevan a una debilitación de la esfera pública y a una debilitación de la práctica de los lazos colectivos.
La crisis  de la Modernidad trajo aparejada una  crisis de los lazos de inclusión.  Las modificaciones de las condiciones de trabajo en los últimos años generaron una sensación de incertidumbre y temor por la posibilidad de pérdida de empleo, y llevó a aceptar condiciones de trabajo muchas veces degradantes. Esta situación genera una ruptura no sólo de la ligazón externa, sino del andamiaje interno del sujeto.  Provoca un impacto emocional desorganizante que produce desamparo y desesperanza.  Se  estimula la prevalencia del “individualismo” por sobre los compromisos solidarios vinculares, lo que origina un hecho de manifiesta violencia: Pérdida de los vínculos sociales, alteración de la imagen social y resquebrajamiento de la identidad individual.
La indiferencia como síntoma social hace que lo humano no importe para otro ser humano. Individuos que deben gestionarse a sí mismos en un contexto de profunda vulnerabilidad. En la clínica de las impulsiones lo que predomina es la sensación de vacío, la violencia destructiva y autodestructiva y las modalidades operativas de la tramitación del conflicto (aparatos psíquicos de acción).

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